Homo Deus - Reseña crítica - Yuval Noah Harari
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Homo Deus - reseña crítica

Homo Deus Reseña crítica Comienza tu prueba gratuita
Historia y filosofía

Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro: 

Disponible para: Lectura online, lectura en nuestras apps para iPhone/Android y envío por PDF/EPUB/MOBI a Amazon Kindle.

ISBN: 

Editorial: DEBATE

Reseña crítica

Este libro nos trae un interesante análisis acerca del futuro de la humanidad. No se puede predecir lo que vendrá sin antes entender el pasado, por lo que Yuval Noah Harari hizo un repaso de los últimos 70 mil años. Desde que el hombre adquirió la capacidad de pensar hasta la big data de nuestros días, con un profundo análisis de los problemas que hubo y los que vendrán.

Parte uno. Homo sapiens conquista el mundo

Hemos crecidos engañados por la industria cuando pensamos que los animales son iguales a nosotros. Al menos en cantidad, los humanos los superamos con creces.

Y si comparamos especies, en el mundo existen 600 millones de gatos domésticos frente a apenas 40 mil leones salvajes. La presencia del hombre es innegable.

Por esto mismo, Yuval Noah Harari plantea que el período que incluye los últimos 70 mil años de existencia debería ser llamado Antropoceno. Es decir, la era de la humanidad.

“Durante estos milenios el Homo sapiens se ha convertido en el agente de cambio más importante en la ecología global”, afirma. Nunca antes había sucedido algo similar.

El peligro que nos vende Hollywood es más bien escaso. “Deberíamos temernos a nosotros mismos”, asegura el autor porque hemos “reescrito las reglas del juego”.

Explica que en este tiempo el planeta Tierra se convirtió en una sola unidad ecológica por primera vez en la historia. Los humanos permitieron que los diversos ecosistemas que existen se mezclaran y, en algunos casos, que animales se extinguieran.

Una de las grandes causas fue la revolución agrícola, que trajo consecuencias terribles para el reino animal. Los animales domesticados, como los cerdos o las gallinas, no solo mueren de forma dura, sino que viven de ese modo. Se garantiza su existencia pero no otros aspectos.

Como todos los mamíferos, los cerdos tienen emociones. Para entenderlo, las emociones -cuenta Harari- “son algoritmos bioquímicos vitales para la supervivencia y la reproducción de todos los mamíferos”.

Añade que “un algoritmo es un conjunto metódico de pasos que pueden emplearse para hacer cálculos, resolver problemas y alcanzar decisiones”. En este sentido, los algoritmos que manejan a los seres humanos funcionan a través de sensaciones, emociones y pensamientos.

En la revolución agrícola se silenció a animales y plantas y se originaron religiones teístas. Mientras que en la siguiente relación humano-animal, en la revolución científica, aparecieron los credos humanistas. Allí, el humano reemplazó a Dios.

La agricultura industrial que conocemos hoy en día no tiene interés genuino por los animales. Sólo por el ser humano, a quien intenta satisfacer a toda costa. Se puede ver al humano como culto, tal como sucedió con el comunismo o el nazismo.

Al Homo sapiens pareciera que no le alcanza con ser la especie más poderosa del mundo. También le gusta pensar que tiene “una condición moral superior” y que su vida vale más que la del resto de los animales.

Muchos creen que solo los sapiens poseen un alma eterna. Como los animales no tienen alma, “no participan en este drama cósmico” según esta teoría. Así que deberíamos centrarnos en los humanos y nada más.

Sin embargo diversos estudios modernos aún no han podido demostrar que los sapiens tenemos una especie de “chispa” mágica, de alma. Somos más parecidos a los cerdos de lo que pensamos.

Si vamos a la teoría de la evolución, veremos que no tiene tantos adeptos como si lo hacen la de la relatividad o la de la mecánica cuántica. Esto se debe a que el principio de la supervivencia de los más aptos tira por la borda las antiguas creencias que arrastran, por ejemplo, las religiones. “Darwin nos priva de nuestra alma”.

Harari tira por la borda otro argumento de los que defienden la superioridad humana, que dicen que solo el Homo sapiens tiene una mente consciente. ¿Cómo es posible esto si la ciencia aún sabe muy poco sobre la mente y la conciencia?

Los perros, por nombrar una especie, participan de relaciones emocionales con los seres humanos. Podríamos nombrar también a las ratas, los caballos o los chimpancés. Hasta existen países como Nueva Zelanda que consideran a los animales como seres sensibles por ley.

Parte dos. Homo sapiens da sentido al mundo

Continuando con estos pensamientos, Harari manifiesta que los humanos creemos que somos quienes hacemos la historia. Pero, “en realidad la historia gira alrededor de una red de relatos de ficción” como las de Jesucristo, la República francesa y Apple.

Todo comenzó con la revolución cognitiva, es decir, cuando los homo sapiens empezaron a pensar.

Estas redes subjetivas se vieron fortalecidas, entre otras cosas, gracias a la agricultura. Quienes se dedicaban a ello creían en grandes dioses y su capacidad para que los cultivos crecieran de forma abundante para mantener a familias y ejércitos.

Con el paso de los años eso no cambió: en vez de trabajar para los dioses, ahora la gente trabaja para grandes corporaciones.

Los avances tecnológicos, como la invención del papel, con el tiempo dejaron de ser un medio para describir la realidad. En su lugar, pasaron a ser un canal para modificarla en beneficio de los líderes. Si los informes oficiales chocan con la realidad objetiva, esta debe correrse.

Esto sucede desde la Antigüedad, cuando sacerdotes y escribas vieron a los documentos como guías para la realidad.

Así, los relatos empezaron a transformarse en los pilares de las sociedad humanas.

“Lamentablemente, la fe ciega en estos relatos supuso con frecuencia que los esfuerzos humanos se centraran ante todo en aumentar la gloria de entidades ficticias tales como dioses y naciones en lugar de mejorar la vida de seres conscientes reales”, critica el autor de este libro.

Si tenemos en cuenta cómo se desarrolló la humanidad en los tiempos modernos, la ciencia modificó las reglas del juego. A través de avances tecnológicos encontró la cura a diversas enfermedades y pudo extender su expectativa de vida, dejando de lado viejas creencias.

De todos modos la situación es más compleja porque los mitos siguen dominando la existencia del ser humano. Se vuelven más fuertes.

“En lugar de destruir la realidad intersubjetiva, la ciencia la capacitará para que controle las realidades objetivas y subjetivas de manera más completa que antes”, agrega Harari.

Vale aclarar que muchos identifican a la religión con supersticiones y poderes sobrenaturales. De todos modos, el liberalismo y el comunismo -solo por mencionar dos- también son religiones. “Son sistemas de leyes morales que no fueron inventados por los humanos pero que, sin importar eso, los humanos tienen que obedecer”.

Por otro lado, Harari asume que la modernidad es un pacto en el que “los humanos estamos de acuerdo en renunciar al sentido a cambio del poder”.

A diferencia de antes, donde el ser humano renunciaba al poder a cambio de ganar sentido para su vida, ahora no somos actores de ningún drama de proporciones épicas. Se podría resumir la idea en que las cosas simplemente ocurren, una detrás de otra.

Aunque si esto fuera así, podemos realizar todo lo que nos propongamos. La única barrera sería nuestra ignorancia.

Sin embargo, vivimos en un paradigma. Por un lado, la cultura moderna es la más poderosa de la historia. Crece a un ritmo vertiginoso gracias a los cada vez más rápidos avances tecnológicos. Al mismo tiempo, la humanidad está acorralada por la angustia existencial como nunca antes había sucedido.

¿Cómo? “A pesar de todos nuestros logros, sentimos una presión constante por hacer y producir cada vez más”, sostiene Yuval Noah. Esto se suma a las presiones por salir ilesos de crisis económicas o desastres ecológicos.

El humanismo nos dio un mandamiento primario que “crea sentido para un mundo sin sentido”. En este sentido, no perdió la fe en Dios sino que adquirió fe en la humanidad.

Antes la autoridad era Dios y ahora lo es el libre albedrío de los seres humanos. Hoy en día los humanistas sostienen que los sentimientos humanos son la única fuente de la creación artística y del valor estético.

No obstante, el humanismo también nos enseñó que algo puede ser malo solo si hace que alguien se sienta mal.

Parte tres. Homo sapiens pierde el control

La ciencia de la que tanto hablamos hasta ahora no puede esclarecer si los liberales hacen bien al poner la libertad por encima de todo lo demás.

Esta doctrina tiene las mismas bases que cualquier otra religión, es decir en lo que considera declaraciones fácticas y en juicios éticos abstractos. Pero esto no resiste una evaluación científica detallada.

Por esto mismo, Harari cuenta que “el libre albedrío existe únicamente en los relatos imaginarios que los humanos hemos inventado”.

La teoría de la evolución también sepulta a la libertad. El autor plantea que si todos somos tan libres como dice el liberalismo, ¿cómo hace la selección natural para operar? Por ejemplo, un animal decide según su código genético (qué comer, cómo reproducirse) para sobrevivir. No por su “libertad”.

Como se puede apreciar, el ejercicio de dudar y analizar al libre albedrío resulta una actividad tanto filosófica como práctica.

Asimismo, los liberales defienden los mercados libres y las elecciones a través de la democracia porque piensan que cada humano es un individuo único y valioso.

Sin embargo el autor trae tres eventos del siglo XXI que hacen que esta idea se haya vencido:

  • El sistema político y económico dejará de darle valor al humano ya que perderán su utilidad económica y militar por los avances tecnológicos.
  • Si el sistema sigue encontrando valor en los humanos de forma colectiva, ya no lo hará en los individuos.
  • En caso de que encuentre valor en algún ser humano, este será parte de una élite de súper humanos mejorados.

Según Yuval Noah, en la actualidad lo más probable es que la próxima gran religión no surja de un lugar sagrado sino de Silicon Valley. Allí es donde trabajan los grandes gurúes de la tecnología.

Afirma que hay dos nuevas tecnorreligiones: tecnohumanismo y religión de los datos.

La primera sostiene que debemos crear un Homo Deus, o sea, un modelo humano superior generado a partir de la tecnología que reemplazaría al humano obsoleto.

El Homo Deus mantendrá algunas de las características físicas del humano que conocemos hoy, pero también mejorará varias y potenciará su capacidad mental.

Con este panorama, los humanos debemos mejorar activamente nuestra mente si queremos seguir en carrera.

Médicos, científicos e ingenieros ya están en eso. Se preocupan más por aumentar el poder de la mente en lugar de resolver los problemas mentales. Buscan “mejorar a los sanos en lugar de curar a los enfermos”.

Mientras que la segunda, la religión de los datos, explica “que los humanos ya han completado su tarea cósmica y que ahora deberían pasar el relevo a tipos de entidades completamente nuevos”.

El dataísmo, explica Harari, nació como confluencia entre las ciencias de la vida y las de la informática. Así rompe la barrera entre los animales y las máquinas, esperando que los algoritmos electrónicos excedan a los bioquímicos. Promete “una única teoría global que unifique todas las disciplinas científicas”.

Esta corriente considera que la enorme cantidad de datos que existe hoy en el mundo es imposible de procesar para los humanos. Son escépticos de su capacidad, por lo que confían en algoritmos electrónicos.

Los especialistas ven a la economía como ejemplo de esto. Se trata de un mecanismo “para acopiar datos sobre deseos y capacidades, y transformar estos datos en decisiones”. Entonces el capitalismo y el comunismo no serían ideologías, más bien sistemas de procesamiento de datos que compiten.

En esa batalla, el capitalismo venció por haber tenido un procesamiento de datos fluido. Este funciona mejor que el centralizado, propuesto por el comunismo, al menos en épocas de avances tecnológicos rápidos y exponenciales.

Notas finales

Como si a lo largo del libro no nos hubiera hecho pensar con sus ideas y críticas, Yuval Noah Harari deja tres interrogantes para que el proceso continúe.

¿Son en verdad los organismos solo algoritmos y es en verdad la vida solo procesamiento de datos?

¿Qué es más valioso: la inteligencia o la conciencia?

¿Qué le ocurrirá a la sociedad, a la política y a la vida cotidiana cuando algoritmos no conscientes pero muy inteligentes nos conozcan mejor que nosotros mismos?

Este trío de cuestionamientos sirve no sólo para contemplar y poner en tela de juicio lo que aprendimos en “Homo Deus”. Sino que también nos hace reflexionar sobre el futuro que vendrá.

Consejo de 12min

En “21 lecciones para el siglo XXI”, Yuval Noah Harari deja el pasado y el futuro de lado -temas recurrentes en sus libros- para repensar el presente. Descubre cómo enfrentar los tópicos que nos preocupan hoy en día.

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¿Quién escribió el libro?

Es un historiador y escritor israelí formado en la Universidad Hebrea de Jerusalén. Comenzó sus estudios a los 17 años y se especializó en historia medieval y militar. T... (Lea mas)

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